miércoles, 17 de diciembre de 2014

MI HISTORIA PERDIDA


Olvido es una palabra infinita. Ahí se acumula todo lo que no recuerdo. Antiguos y lejanos compañeros de colegio. Aquello que estudié para aprobar exámenes. Noches de regreso a casa. La voz de mi abuela. Algunos miedos. Canciones de cuna.

 

Olvido es una palabra complicada. Cuando se posa en mis manos la trato con cautela. No quiero que estalle con lo que guarda dentro. La miro de reojo. Se me insinúa. De vez en cuando deja que algo se escape y entonces no puedo evitar sonreírme. Lo muestra a mi memoria y al instante, como un mago, lo vuelve a desaparecer para siempre.

 

Olvido es una palabra totalitaria. Si se va empiezan a surgir las cosas. Salen de su madriguera. Y cuando llega quiere ser la protagonista, no deja que nada se muestre, lo ocupa todo: ya no hay otra cosa. Por eso también es un poco egoísta.

 

Olvido es una palabra caprichosa. Le gusta adueñarse de lo que comí ayer y deja libre tus agravios. Almacena voluntades. Se burla de mí. Se hace de rogar. Me secuestra las citas liberándolas un segundo antes y me hace acudir corriendo. Me lleva a su antojo.

 

Olvido es una palabra imprevisible, por mucho que sepa que finalmente algún día, cuando ya nadie se acuerde de mí, caeré por entero dentro de ella.