lunes, 22 de octubre de 2012

MI GUITARRA Y VOS

 
 
 
 

Me gusta la música. Casi desde todos sus puntos de vista y vertientes. Desde pequeño me causa igual encantamiento un músico con su instrumento que un mago con sus trucos. Así que cuando en mi casa apareció una guitarra, empecé a probar a hacer de mago con sus cuerdas.


Tenía 13 años y mi padre se la regaló al hermano que me sigue, pero el pobre siempre ha tenido un oído en frente del otro. Entonces el que acabó usándola fui yo. Al principio practicaba solo, pero luego comprobé que con más gente se aprendía más y era hasta más divertido. He tenido un grupo de Pop, soy de la Tuna de Ingenieros Técnicos de Cádiz e intento, en la medida de lo posible, quedar con amigos para tocar algo juntos. Es otra forma de relacionarse.

 
Nunca he ido al conservatorio ni he recibido clases de música, y aunque sé leer un pentagrama, no sé solfear. Creo que, para los que aprendemos solos, hay un punto crucial en la guitarra: El acorde “Fa”. Hay muchos que tropiezan en esta nota, no avanzan, se aburren y lo dejan. Cuando lo superas, y el acorde suena sin demasiada estridencia, se puede decir que entras en el club de los guitarreros solitarios. Que ya te dediques a la música en plan profesional, o para pasar el rato como hago yo, depende de tantas cosas como depende la vida.
 

No suelo practicar cosas complicadas. Como mucho alguna melodía acompañada de arpegios y alguna pieza para principiantes. Me relaja tocar la guitarra. Un buen acorde con una guitarra bien afinada suena a gloria. Hay amigos que me comentan lo contrario, que les excita, que les altera y pone nerviosos “hacer música”, pero a mí me pasa lo contrario. De todos los estilos, me quedo con el pop. En la tuna algunos me llaman Pacopop. Sin embargo, me asombran los acordes y cadencias del jazz, de la bossa y sobre todo del flamenco. Chapurreo algo de flamenco, pero para tocarlo bien hay que tener un nivel, y sobre todo un ángel (o duende si eres gitano), que yo no tengo. Y yo soy muy respetuoso con eso.



 
 
Cuando me fui a Cádiz a estudiar me enamoré de una guitarra (también de una chica, pero esa es otra historia). Estaba en el escaparate de una tienda de música que hacía esquina, en una de las callejuelas en la que se bifurca la calle Ancha, al final. Eléctrica pero con pinta de acústica. Color madera blanca. Con dos agujeros en f como los violines. Era una copia más o menos asequible de la que tenía John Lennon al final de los Beatles, aunque para mi economía era carísima.


Dejé de comer algún día de la semana, normalmente los jueves, para ahorrarme ese dinero hasta conseguir lo que me hacía falta. Elegí los jueves porque los fines de semana regresaba a casa y allí tenía comida suficiente para reponerme. Luego acabé comiendo un par de salchichas, porque sino el día se hacía muy largo. Me acuerdo el día que me la compré. Iba en el tren camino a Jerez deseando llegar. No pude esperar a llegar a mi casa y me fui a la casa de mi tía que estaba más cerca de la estación de trenes para probarla a gusto.

 
Mientras, yo seguía en la tuna con la guitarra española del principio, pero estaba ya bastante deteriorada. Muy estropeada de tanto trajín por ahí. Tenía los trastes completamente gastados. Se había despegado varias veces parte de la tapa de abajo y eso le daba un pésimo sonido y una penosa resonancia. Una vez mi primo, que tenía una Alhambra que apenas usaba, me dijo: “Quédatela”. Esa fue mi tercera guitarra.


Entonces la primera, y por seguir con el ritual, se la regalé a algún chaval que estaba empezando. Pero ya no recuerdo a quién. No sé qué habrá sido de ella. Luego mi tiempo se llenó de otras cosas y apenas ensayaba con el grupo de pop, así que vendí la guitarra eléctrica a uno de los integrantes del grupo. El dinero que saqué lo empleé en pagar parte de los viajes que hacía a Madrid para ver a la que entonces era mi novia y ahora mi mujer.

 
Me quedé solo con la Alhambra en esos años, hasta el día que decidimos mi novia y yo que nos íbamos a casar. Entonces me regaló una Yamaha acústica con posibilidad de enchufarse a un ampli. Es otra guitarra preciosa. Ella sabía que había vendido la otra por subvencionarme algunos viajes a Madrid y poder verla. El regalo me encantó. Es la guitarra que tengo ahora en mi casa, apoyada en el lado derecho de mi mesita de noche. Como el que duerme con un revolver bajo la almohada. No hay que descuidarse.
 

La Alhambra la dejé en la casa donde vive mi suegra. La iba a dar por ahí, pero como ella tiene principio de Síndrome de Diógenes, me dijo que ya se la quedaba, que la arreglaría, a pesar de lo vieja que está (la guitarra, se entiende –bueno, mi suegra también-). En ocasiones, cuando paso por allí y me quiero entretener con mis hijos, tocamos un rato. A pesar de que ha sido una buena guitarra, está muy cascada y me apetecería tener otra española con mejor sonido a la que acudir cuando toco ciertas canciones.

 


 


A veces pienso qué hubiese pasado si a mi padre no se le hubiese ocurrido regalarle una guitarra a mi hermano, que al final acabó siendo mía. Cuántas cosas me habría perdido. O puede que al final, como si el destino estuviese ya escrito, otra persona habría dejado en mis manos una guitarra o cualquier otro instrumento.

 
Yo, por si acaso, a mis hijos los tengo apuntados a clase de violín. No para nada, sino para que al menos tengan cierta noción de lo que es la música, y de lo que eres capaz de sentir con ella. No quiero dejarles sin esa oportunidad. Que ya se dediquen a la música en plan profesional, o para pasar el rato como hago yo, depende de tantas cosas como depende la vida. Eso es, como depende la vida.

 

domingo, 7 de octubre de 2012

SI ME ENTENDIESES


 

Especialmente para tí, porque nunca había entendido esa frase que sigues repitiendo a veces, hasta que un día, volviendo en coche del trabajo hacia nuestra casa -ya por la noche y cansado-, y mientras en una extraña emisora sonaba Piazzolla interpretando un largo tango, lo entendí todo de una sola y amarga vez .
 
 






 
Si tú me entendieses:

si algún hombre, alguna mujer,

en algún sitio,

me entendiese.

Si comprendiese que al final, y siempre,

se nace y se muere solo.

 

Si entendieses

que esta

es

la

única

verdad

de la vida.

 

Si lo entendieses.