viernes, 23 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD



Un día, alguien me hizo reparar sobre los versos de un villancico:

La Nochebuena se viene,
la Nochebuena se va.
Y nosotros nos iremos,
y no volveremos más”.

El que lo escribió sentenció una de las mayores verdades de la vida, y seguro que se quedó tan tranquilo.

Está camuflado entre una música bastante simple, unos versos poco trascendentes en su mayoría y un tururú de voces de fondo rayando lo esperpéntico.

Sin embargo, ahí está. Agazapado, para sacudirte en Navidad con la pura metafísica en la testa cuando menos te lo esperas.

viernes, 16 de diciembre de 2011

LE MALADE IMAGINAIRE




Estoy con gripazo.

La verdad es soy un pésimo enfermo. Mi santa esposa vaticina que vaya vejez le espera a mi lado. La peor noche, la del lunes al martes, me quejaba como si estuviese en los últimos estertores de mi vida. Casi me echa de la cama.

Aayyy……..aaaayyyy…….aaaaayyyyyy………aaaaayyyyy…..uuurrrgggg…….AAAAYYYYY….

Ya sé que queda ridículo, pero una diminuta mejoría experimento cuando suspiro.
Alcanzaba 37 y unas décimas (no llegaba a 37 y medio), pero tenía una tiritera considerable, y un frío siberiano. Moqueaba.
La gripe me está durando toda la semana. Hoy me he venido del trabajo porque ya no aguantaba más, con la voz profunda y el cuerpo magullado, como si me lo hubiesen apaleado.

Sí, lo reconozco, soy una ”mijita” hipocondríaco, y cualquier nimiedad la convierto en algo de vida o muerte. Además me molesta todo. Lo que más, la fiebre. Me entra un frío tremendo, no puedo pensar con claridad. Mi piel se vuelve extremadamente sensible, cualquier roce me incomoda. Yo diría que hasta me duele. Me queman los párpados. Además empiezo con los desvaríos. La habitación se alarga hasta el infinito. Hay una nueva perspectiva. Todo se aleja. Las voces también. Aparte, me da la impresión que burbujas obesas caen sobre mi, aplastándome contra la cama o el sofá. Es una sensación que siempre he tenido desde pequeño cuando tenía fiebre. Recuerdo la caja de supositorios Pilka para bajar la fiebre y dejar de tener alucinaciones. No sé si es normal. Nunca me he tomado un tripi, pero apuesto a que debe ser algo parecido.

En fin, que espero recuperarme. ……Aaaaayyyyyy…..

domingo, 11 de diciembre de 2011

EL MINUTO DE GLORIA DE MARIBEL



A pesar del título ya no recuerdo su nombre. Fue en Rota, en una de esas fiestas de verano del último curso de la antigua EGB. Todos queríamos bailar con ella. No era dulce ni hermosa, pero esa cálida noche no tuvo tiempo de sentarse. Reía ilusionada al ver que uno tras otro la sacábamos a la zona de baile que habíamos improvisado en la terraza de unos amigos. Ni siquiera yo, tan poco dado a la danza, pude evitar la tentación.

Aquella niña gordita no paraba de moverse. Yo veía en su rostro una expresión de satisfacción. Una felicidad ingenua, como casi todas.

La reina de la noche, de esa noche, se había colocado una faja para estilizar la figura de su cuerpo obeso. Y nosotros, infames adolescentes de malicia simplona, solo pensábamos en mofarnos de ella.

Todos tentamos bajo la fina tela de la camisa de cuadros un tejido apretado comprimiendo las carnes en sus caderas, mientras resistíamos la risa. Las miradas cómplices, los comentarios y las burlas, fueron el oculto argumento de esa noche.

Finalmente la fiesta concluyó y cada uno marchó hacia su casa. Mi mejor amigo y yo la vimos de lejos bajar la calle oliendo la madreselva y la dama de noche de las paredes. Nos miramos y reconocí en su rostro el mismo remordimiento que me calaba el pecho. Supe que a él le sucedía lo mismo. Pero no hicimos nada. Intenté sacudirme la culpa como un incómodo insecto. Pero desde entonces no me he librado de ella, aun la llevo conmigo y a veces me brota.

No sé que habrá sido de ella. A menudo rememoro este episodio. Cuán cruel puede llegar a ser la vida. Como una tragicomedia. Tampoco sé si donde esté ahora lo recordará tanto como yo, y si, alguna vez con el tiempo, cayó en la cuenta del secreto motivo de su triunfo. Quizá esa noche, cuando regresó a su casa y de una vez pudo suspirar hondo, pensaría ilusionada que su elección le había conducido al éxito. Su noche de gloria se debía efectivamente a aquella prenda que ahora descansaba sobre la silla de su habitación. Pero es que hasta la verdad es a veces la más embustera.






domingo, 4 de diciembre de 2011

IKEA Y JOYCE




Si a mí me lo hubiesen dicho, categóricamente negaría su éxito. Se trata de un centro comercial en el que:

·        No existen los clásicos pasillos para ir directamente a la mercancía que quieres comprar, y ponerte del tirón en las cajas registradoras. Si quieres algo, debes recorrer de principio a fin la tienda entera, una serie de ruta laberíntica, que frecuentemente tiene dos plantas. Bueno, existen unos atajos, pero corres el riesgo de entrar en un bucle eterno.

·        A pesar de que una parte de la mercancía que vende es pesada y volumétrica, te las apañas tú solo para cogerla, de la tienda, de la estantería o de un apartado para material más grande, y llevártela a tu casa.

·        Pero lo peor es que además, lo que compras, suele venir desarmado. Lo tienes que acoplar tú, con unas instrucciones jeroglíficas que únicamente entiendes cuando finalizas el montaje, y ya no tiene solución.

Es un fracaso anunciado. Aquí en España, por lo menos, no triunfaría.

Sin embargo, cada vez que he ido, me lo encuentro lleno. Yo no sé por qué.

Tengo que confesar que me gustan los simulacros de viviendas que hacen. Todo tan arregladito y con esos tonos de luz que hace que una casa de 35 metros cuadrados se convierta en toda una mansión (sic!). El resto, aburridísimo.

Así que cuando toca ir por necesidades hogareñas, como ayer, me armo de paciencia, e invento trucos para distraerme. Uno de ellos consiste en intentar leer los libros que ponen en las estanterías como figurantes. Lo malo es que generalmente no están en español (de ahí lo de “intentar”). Supongo que se trata del sueco. Creo que lo hacen para que no se los lleven.

Un día, haraganeando, sin ninguna pretensión en concreto, saqué uno de una estantería, y allí estaba. El Ulysses, de Joyce, en SUECO.

Ahora mismo dudo si ponerlo en sueco realmente complica en algo más la novela de marras. Puede que algún erudito personal en plantilla del IKEA haya pensado: “Toma, a ver si te atreves a robarlo, listo: El Ulises de Joyce en Sueco”.

El hecho es que me sorprendió encontrármelo por allí, y mientras terminaba el recorrido de toda la tienda me imaginaba que yo era Leopold Bloom, y que el IKEA era el 16 de Junio de 1904. Y que avanzaba por los pasillos como Bloom por Dublín.

Bien pensado, yo tampoco entiendo demasiado bien el pasar de Leopold Bloom por ese día.

Al final, pude ver en la chapita de identificación de la pensativa cajera que nos atendió que se llamaba Molly, y que yo tenía en mi casa un mueble para montar, y que no sabía cómo.